viernes, 8 de enero de 2016

LOS HUNOS



Los HUNOS fueron una confederación de tribus euroasiáticas, pueblos de los más diversos orígenes unidos por una aristocracia que probablemente hablaba una lengua túrquica. Los hunos aparecieron en Europa en el siglo IV y alcanzaron su apogeo bajo el mando de Atila.
Excelentes jinetes, arqueros, veloces y decididos, de táctica impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Pactaron con Roma en contra de los germanos de la Europa Central y hacia 432 tenían un caudillo principal, Rua o Rugila, a cuya muerte le sucedieron sus sobrinos Bleda y Atila.
Eran nómadas y vivían en chozas temporales, aunque conocían la propiedad de la tierra y solían serpentear por zonas concretas que estuvieran en su poder. Por su condición nómada, la vaca y la cacería tenían un papel más importante en su economía que la agricultura. Las carencias en su dieta eran saciadas por medio del comercio y, de forma mucho más habitual, el pillaje en territorio extranjero. Las armas que empleaban en la guerra eran la espada recta, la lanza, el lazo especie de cuerda con la que lazaban a sus enemigos y les rompían el cuello y el arco, que solían utilizar desde el caballo. A esto contribuía el uso del estribo, que tomaron de los chinos y que introdujeron más tarde en Persia y Europa.
Por su origen se cree que la lengua de los hunos debió ser del tronco altaico, el grupo al que pertenecen lenguas como el turco o el mongol. Otra hipótesis es que fueran de la familia indoeuropea, ya sea irania o eslava, teoría basada en las inscripciones de monedas halladas en tumbas hunas procedentes del actual Afganistán y algunas ex repúblicas soviéticas, como también algunas de las pocas palabras en idioma huno que se conocen hoy en día gracias a los romanos, como strava que aun sigue utilizándose en el idioma eslovaco y el checo. Por otra parte y -si realmente los xiongnu estuvieran relacionados con los hunos-, algunas fuentes chinas los relacionan con pueblos siberianos, como los samoyedos, pero esto no concuerda con los datos aportados por la arqueología.
Durante la Edad Media, quedaron registradas numerosas gestas y leyendas, entre las cuales se halla la de Hunor y Magor, cuya versión más antigua data del siglo XIII en Hungría. En ésta se narra cómo estos dos hermanos dan nombre a las naciones huna y húngara, hallándose así ambas emparentadas. Hasta ahora no se ha logrado establecer ningún parentesco étnico entre ambas, pero se estima que, después de la llegada de los húngaros de Asia en 905, se acabaron mezclando con los restos de la civilización huna que aún vivía en el territorio de Panonia por aquel entonces.
De su religión, se sabe muy poco. Aparentemente tenían un tipo de adoración al caballo ya que estos animales eran una figura casi sagrada para ellos, si se sigue la teoría de que fueron un pueblo de origen túrquico o altaico posiblemente practicaran el Tengrianismo. Las fuentes romanas suelen referirse a ellos como individuos subhumanos carentes de cualquier clase de dios y moral, sin creencia en otra vida aparte de la terrenal, aunque se sabe que tenían algo parecido a chamanes o brujos en su tribu que creían en la existencia de abominaciones subterráneas infernales, especializados en la adivinación a partir del examen de restos y huesos de animales. Originalmente cremaban a sus muertos, aunque más adelante comenzaron a inhumarlos. Practicaban tanto la poliandria como la poliginia.
Según las crónicas de la antigua China, los xiongnu eran un pueblo nómada de pastores y guerreros que vivía en las estepas de Asia centro-oriental, al norte de la Gran Muralla China. Muchos historiadores modernos piensan que los xiongnu mencionados en las crónicas chinas eran el mismo pueblo que apareció siglos más tarde en Europa e invadió el Imperio romano bajo el nombre de los hunos.
La dinastía Qin pudo rechazar sus ataques de forma más o menos eficaz, pero a la caída de ésta los xiongnu lograron superar la Gran Muralla e iniciar una serie de incursiones en territorio chino. Los xiongnu también combatían contra otros pueblos nómadas, y durante el mandato del jefe Mao Dun, derrotaron a las poderosas tribus de los xianbi, los tunguses y los kitán, unificando por primera vez el área ocupada por la actual Mongolia. El emperador chino Wen, de la dinastía Han, quiso alejar el peligro de este nuevo imperio pagándoles tributo seda y cereales sobre todo, algo que con el tiempo sería una constante en la relación de los hunos con otros pueblos. Era tal la cantidad que exigían los xiongnu para no entrar en guerra que los bienes recibidos cada año les sobraban, hasta el punto de que los vendían con notables beneficios a los mercaderes de Occidente que llegaban por la Ruta de la Seda. También hubo matrimonios de conveniencia entre princesas chinas y reyes xiongnu con el fin de sellar la paz.
Esta relación se rompió cuando el emperador Wu decidió dejarles de pagar tributo y, anticipándose a la esperada reacción de los xiongnu, envió varias expediciones al Asia Central a partir de133 a. C., aunque sólo una tuvo éxito: la que en el año 127 a. C. consiguió expulsar a los xiongnu del curso superior del río Amarillo. Las expediciones posteriores mantuvieron entretenidos a los bárbaros combatiendo en su propio territorio de forma constante, lo que les debilitó. En 121 a. C. fueron derrotados en el corredor de Gansu por el general chino He Qubing que construyó allí la fortaleza de Juyan y forzados a marchar hacia el oeste, donde ya habían sometido unas décadas antes al pueblo indoeuropeo de los tocarios. Una vez expulsados los xiongnu de la cuenca del Tarim, los chinos la pusieron bajo su mando y entraron en contacto por primera vez con los persas helenizados de Farg'ona, que introdujeron la alfalfa y el caballo árabe en China.
Los debilitados xiongnu se escindieron en dos ramas hacia 48 d. C., y una de ellas, los hunos del sur, se puso bajo el mando de los Han. Éstos los destinaron a vigilar la zona del nacimiento del río Amarillo. Aunque dejaron de atacar a los chinos, los xiongnu no creyeron que su lealtad implicase estar en paz con las otras tribus sometidas de la zona y los reinos tributarios del Asia Central, por lo que llevaron a cabo una ola de saqueos en la región durante los años 60-70. Esto provocó que los emperadores Zhang y He volviesen a combatir contra ellos y los expulsasen de la cuenca del Tarim, aunque el debilitado poder chino en el Asia Central debió hacer frente inútilmente a la sublevación posterior de las tribus tibetanas de la zona y terminaron por evacuar la región.
Mientras que la caída de la dinastía Han en el año 220 fracturaba China en tres reinos pequeños enfrentados entre sí, los xiongnu del sur se reagruparon de nuevo y volvieron a invadir China en 311, llegando hasta Luoyang, la rica capital de la China del norte y final de la Ruta de la Seda. La ciudad fue saqueada e incendiada, aunque más tarde los invasores se establecieron allí y la gobernaron durante 39 años. En 350 el último rey xiongnu fue asesinado por un miembro de su propio pueblo y la dinastía fue derrocada.


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