martes, 1 de diciembre de 2015

SIMBAD EL MARINO



SIMBAD EL MARINO es un relato conocido en todo el mundo debido a Las mil y una noches, obra a la que no pertenecía en origen y que ha dado mucha más fama a este relato que al de Simbad, el terrestre, también tradicional y protagonizado por un viajero diferente aunque de idéntico nombre. Según René Khawam, traductor y crítico libanés, el relato de las aventuras del marino Simbad «sólo fue introducido en las Noches hacia los inicios del siglo XVIII, y con mucha timidez aún, al albur de la fantasía de los copistas». Así, la primera edición impresa en árabe de Las mil y una noches (Calcuta, 1814-1818) lo incluye como un anexo al final del libro, y sólo se integra en el esquema de las Noches a partir de la edición egipcia de 1835, y de un modo resumido y expurgado. Viajó siete veces, viviendo en cada ocasión una aventura más emocionante que la precedente.
Se han hecho infinidad de películas sobre el personaje. Las más famosas son las realizadas por Ray Harryhausen (El 7º viaje de Simbad, El viaje fantástico de Simbad y Simbad y el ojo del tigre).
Las mil y una noches, la colección de cuentos en los que la historia de Simbad se encuentra, es uno más de los que narra la hermosa doncella Scheherezade en el mismo periodo de tiempo. Cada cuento tiene el fin de captar el interés del rey Sharyar, para que desee escucharlo a la tarde siguiente, ya que el sultán tenía por costumbre yacer con una virgen cada noche y que la ejecutasen, a la mañana siguiente, convencido de que no podría encontrar una mujer de buena virtud. En la clausura de la noche 536, Scheherezade, relata los cuentos de Simbad: En los días de Harún al-Rashid, califa de Bagdad, un cargador el que transporta las mercancías por los demás en el mercado y en toda la ciudad se sienta para descansar en un banco, fuera de la puerta, de una casa de un rico comerciante; donde se queja a Alá de la injusticia de un mundo que permite a los ricos vivir en la facilidad, mientras que él debe trabajar y, sin embargo, sigue siendo pobre. El propietario de la casa le está escuchando, lo llama y ahí se encuentran ambos: Simbad, el rico, y Simbad, el pobre. El rico le cuenta cómo se convirtió, "por Fortuna y Destino", en el curso de siete viajes maravillosos.
Después de gastar toda la riqueza que le dejó su padre, Simbad se embarca en un barco para buscar fortuna. En su primer viaje se establece en una isla, que resulta ser una gigantesca ballena, en la que los árboles han echado raíces a causa del largo tiempo que ha estado durmiendo en la superficie del mar. la ballena despierta y se sumerge en las profundidades y el buque zarpa sin Simbad. Un barril enviado, "por la gracia de Alá", le da la oportunidad de salvarse para llegar a una isla. En donde se lava y en donde, un rey amigo suyo, le nombra capitán de puerto. Un día, su propio buque, atraca en su puerto y recupera sus bienes -todavía en el mismo-. El rey le da un rico presente y regresa a Bagdad, donde reanuda la vida de facilidad y placer. Con el fin de su primer relato, el marino Simbad le regala al cargador Simbad un centenar de piezas de oro y se compromete a darle más, al día siguiente, si vuelve para escuchar su segundo viaje. Simbad, el porteador, vuelve, intrigado con las aventuras y por necesidad.
Sherezada, en una hábil treta, interrumpe su cuento cada mañana, dejando al rey en ascuas, con el fin de burlar sus intereses homicidas. En la noche 549 de la obra, se encuentra el segundo día del cuento de Simbad, el marino: "poseído con la idea de viajar por el mundo de los hombres y de ver sus ciudades e islas", le cuenta cómo creció su inquietud, ocioso, hasta que se echó de nuevo a la mar. Abandonado accidentalmente por su búsqueda, en una isla desierta y sin alimentos, encuentra un extraño objeto blanco y redondo, que resulta ser un huevo de ave Roj. Cuando la madre del huevo aparece, Simbad se amarra a una de sus patas, mientras ésta duerme y se va volando con ella. El ave lo deja encallado en un inaccesible valle de serpientes gigantes y más aves Roj.
Bajo ellos, el suelo del valle está alfombrado de diamantes que los comerciantes consiguen lanzando enormes trozos de carne a las aves, las cuales vuelven a sus nidos con las piedras preciosas pegadas a la carne. Una vez allí los hombres las ahuyentan y recogen los diamantes. El astuto Simbad se ata un trozo de carne a la espalda y el ave lo lleva de vuelta al nido, llevándose una bolsa llena de piedras preciosas. Rescatado del nido por los comerciantes, Simbad regresa a Bagdad con una fortuna en diamantes, viendo muchas maravillas en el camino.
Inquieto y con ganas de viajes y aventuras, Simbad zarpa de nuevo desde Basora. Pero, por casualidad, él y sus compañeros llegan a una isla, donde son capturados por "un enorme gigante la semejanza de un hombre, de color negro... con los ojos como brasas de fuego, los dientes como colmillos de jabalí y una gran mandíbula como la boca de un pozo. Por otra parte, tiene labios como de camello, colgando hacia abajo hasta su pecho, las orejas caen sobre sus hombros y las uñas de sus manos eran como las garras de un león". Este monstruo, empieza a comerse a la tripulación, siendo el primer bocado, el maestro, que es el más gordo.
Simbad idea un plan para cegar al gigante con un hierro al rojo vivo y así, todos pueden escapar. Después de nuevas aventuras --entre ellas con una gigantesca pitón, de la cual Simbad escapa gracias a su rápido ingenio--, Simbad regresa más rico que nunca a Bagdad, donde "le dieron limosna y generosidad a la viuda y el huérfano, a modo de acción de gracias, por mi feliz regreso y se olvidaron todas las penurias, mientras que comía bien y bebía bien y me vestía bien, luego de todo lo que había caído sobre mí y todos los peligros y penurias que había sufrido".
Impulsado por la inquietud, Simbad se hace a la mar otra vez y, como de costumbre, naufraga. Se encuentra entre salvajes desnudos, caníbales que alimentan a sus presas con una hierba que los priva de la razón (similar a los frutos de los lotófagos) y los engorda para la mesa. Simbad se niega a comer las locuras de la inducción de las plantas y, cuando los caníbales han perdido interés en él, se escapa. Una tripulación de recolectores de pimienta lo lleva a una isla donde el rey se hace su amigo y le da una hermosa mujer como esposa.
Demasiado tarde Simbad descubre una peculiar costumbre de esa tierra: cuando uno de los casados muere, el otro es sepultado en vida con sus mejores ropas y joyas más costosas. La esposa de Simbad cae enferma y muere, eso deja a Simbad atrapado dentro de una caverna en una tumba comunal con una jarra de agua y siete piezas de pan. Cuando estos suministros escasos casi se agotan, otra pareja es arrojada a la caverna: el marido muerto y la mujer con vida. Simbad golpeó a la mujer con un hueso hasta causarle la muerte.
Prosiguen funerales similares, pronto Simbad tiene una importante reserva de pan y agua, así como de oro y joyas, pero no ha podido escapar; hasta que un día un animal salvaje le muestra un pasaje hacia el exterior, muy por encima del mar. Por allí pasaba un buque y lo rescata. Lo llevan de vuelta a Bagdad donde da limosna a los pobres y reanuda su vida de placer.
"Cuando yo había estado un tiempo en tierra después de mi cuarto viaje, y cuando, en mi comodidad y los placeres llenos de posibilidades y en mi alegría de mis grandes ganancias y beneficios, me había olvidado de todo lo que había padecido de peligros y sufrimientos, el carnal hombre fue cautivado una vez más con el anhelo de viajar y ver a los países extranjeros y las islas". Simbad al poco tiempo se halla en el mar una vez más y cuando pasa por una isla desierta, la tripulación de Simbad encuentra un gigantesco huevo que Simbad reconoce como perteneciente a un ave Roc. Por curiosidad, el buque desembarca para ver el huevo, sólo para terminar rompiéndolo y utilizando al pollo como comida. Simbad reconoce inmediatamente la locura de su comportamiento y ordena que todos suban a bordo.
Sin embargo, los padres Rocs, enfurecidos, pronto se dan cuenta y tratan de destruir el buque, dejando caer rocas gigantes que portan en sus garras. Naufragando una vez más, Simbad es esclavizado por el Viejo del Mar, que cabalgando sobre sus hombros con sus piernas torcidas, rodea el cuello de Simbad y no lo deja escapar. De día y de noche, cabalga sobre él: Simbad vería con agrado su muerte.
Finalmente, Simbad elabora vino y convence al Viejo del Mar de que lo beba. Cuando el Viejo del Mar se descuida, después de haberse emborrachado, Simbad lo mata y escapa. Un barco lo lleva a la ciudad de los simios, un lugar cuyos habitantes pasan cada noche en embarcaciones, mientras que su ciudad se abandona a la merced de unos monos antropófagos. Sin embargo, mediante un ingenioso truco, Simbad va recuperado su fortuna a través de los simios y encuentra un barco que lo lleva, una vez más, a Bagdad.
"Mi alma anhela los viajes y el tráfico". Simbad naufraga una vez más, esta vez de forma tan violenta, que su buque se esfuma en pedazos por acantilados de gran altura. Sin alimentos por ninguna parte, los compañeros de Simbad mueren de hambre, hasta que sólo él queda vivo. Descubre un río y construye una balsa, que pasa por una caverna, debajo de los acantilados. El arroyo parece estar lleno de piedras preciosas y se percata de que en la isla hay más, de iguales características.
Simbad se queda dormido por los viajes a través de la oscuridad y se despierta en una ciudad donde "los diamantes se encuentran en sus ríos y las perlas están en sus valles". El rey se deslumbra con lo que Simbad le relata acerca del gran Harún al-Rashid y le pide que lleve un regalo de vuelta a Bagdad en su nombre, una copa tallada de un solo rubí, con otros obsequios, como "una cama hecha de la piel de la serpiente que se tragó al elefante", "cien mil mithqales de lignáloe de Sind", y una niña esclava "brillante como la Luna". Y así, Simbad regresa a Bagdad, donde el Califa hace muchas preguntas por los informes que Simbad le da de las tierras de Ceilán.
El siempre inquieto Simbad zarpa una vez más, con el resultado habitual. Solo en una tierra desolada, Simbad hace una balsa, navega por un río y llega a una gran ciudad. El jefe mercader une a su hija con Simbad y los nombra sus herederos y, convenientemente, muere. Los habitantes de esta ciudad se transforman una vez al mes en aves y Simbad se sube a una de las personas-aves, que le lleva hasta la parte superior del cielo, donde escucha a los ángeles que glorifican a Dios: "me asombraba y exclamé: ¡Alabado sea Alá! ¡Alabar a la perfección de Alá!". Pero antes de terminar estas palabras llega un fuego del cielo, que consume a los hombres-aves. El hombre-pájaro sobre el que viaja Simbad se enoja con él y lo deja sobre una montaña, donde se reúne con dos jóvenes sirvientes de Alá que le dan una vara dorada para que rescate a uno de los hombres pájaro de las fauces de una gigantesca serpiente.
Al regresar a la ciudad, Simbad se entera a través de su esposa de que los hombres-pájaros son demonios, aunque ella y su padre no son de su especie. Y así, a sugerencia de ella, Simbad vende todas sus posesiones y regresa con ella a Bagdad, donde por fin decide vivir tranquilamente disfrutando su riqueza, sin buscar más aventuras.
(Burton incluye una variante del séptimo cuento, en la cual Haroun al-Rashid le pide a Simbad llevar un regalo al rey de Serendib. Simbad responde: "Por dios el Omnipotente, oh, mi señor, he tomado una aversión a los viajes y cuando oigo la palabra 'viaje', mis extremidades tiemblan". Luego le platica al califa de sus desafortunados viajes; Haroun concuerda en que, con historia de ésas, sólo él tiene el derecho de decidir sus viajes. Sin embargo, un comando del califa lo convence y se organiza el séptimo viaje de Simbad, su único viaje diplomático. El rey de Serendip está muy complacido con los regalos, que incluyen, entre otras cosas, la bandeja de comida del rey Salomón. En el viaje de vuelta ocurre la habitual catástrofe: Simbad es capturado y vendido como esclavo. Junto con su maestro le dispara a unos elefantes con arco y flecha, hasta que el rey de los elefantes le lleva al cementerio de los elefantes. El maestro se complace con las enormes cantidades de marfil que hay acumulado, y gracias a la habilidad del aventurero regresan a Bagdad con oro y marfil. "Aquí me fui para el califa y después de saludarlo y besar sus manos, le informé de todo lo que me había ocurrido; de lo cual se alegró por mi seguridad y dio las gracias al dios todopoderoso y ha hecho que mi historia sea escrita en letras de oro. Entonces me llevó a mi casa y se reunió con mi familia y hermanos y tal es el fin de las historias que me ocurrieron durante mis siete viajes.
Alabado sea Dios, el Uno, el Creador, el Creador de todas las cosas en el Cielo y la Tierra.

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