martes, 23 de diciembre de 2014

BATALLA DEL ÁLAMO



La BATALLA DE EL ÁLAMO 23 de febrero  6 de marzo de1836 fue un conflicto militar crucial en la Revolución de Texas que consistió en un asedio de 13 días de duración, desde su inicio el 23 de febrero hasta el asalto final del 6 de marzo de 1836, y enfrentó al ejército de México, encabezado por el presidente Antonio López de Santa Anna, contra una milicia de secesionistas texanos, en su mayoría colonos estadounidenses naturalizados mexicanos, en San Antonio de Béjar, en la entonces provincia mexicana de Coahuila y Texas hoy estado de Texas, Estados Unidos. Todos los beligerantes en favor de la República de Texas murieron, a excepción de dos personas, lo cual inspiró a muchos colonos texanos —y aventureros estadounidenses— a unirse al ejército de Texas; animados por el deseo de venganza, a partir de la crueldad mostrada por Santa Anna durante el asedio, los texanos derrotaron el ejército mexicano en la batalla de San Jacinto, el 21 de abril de 1836, poniendo fin al movimiento revolucionario.

Varios meses antes, los texanos habían llevado a todas las tropas federales fuera de la Coahuila y Texas; aproximadamente 100 texanos se guarnecían entonces en El Álamo. La fuerza texana creció ligeramente con la llegada de refuerzos dirigidos eventualmente por los co-comandantes James Bowie y William Barret Travis. El 23 de febrero aproximadamente 1 500 soldados mexicanos marcharon en San Antonio de Béjar, sitio donde se asienta actualmente San Antonio, como el primer paso en una campaña para retomar Texas. Durante los siguientes 12 días, los dos ejércitos participaron en varias escaramuzas con bajas mínimas. Consciente de que su guarnición no podía resistir el ataque de una fuerza tan grande, Travis escribió varias cartas pidiendo más hombres y suministros, pero solamente llegaron menos de 100 refuerzos.

En la madrugada del 6 de marzo, el ejército mexicano avanzó hacia El Álamo; tras rechazar dos ataques, los texanos fueron incapaces de defenderse de un tercero. Debido a que los soldados mexicanos treparon por los muros, la mayoría de los soldados texanos huyeron hacia los edificios interiores. Los defensores que no pudieron llegar a estos puntos fueron asesinados por la caballería mexicana en su intento por escapar. Es probable que un pequeño grupo de texanos, entre cinco y siete de ellos se hubiesen rendido; aun así, estos fueron ejecutados al instante. La mayoría de los relatos provenientes de testigos oculares informaron de entre 182 y 257 texanos muertos, mientras que la mayoría de los historiadores de El Álamo están de acuerdo en que hubo entre 400 y 600 soldados mexicanos heridos o muertos en combate. Al final, varios individuos no combatientes fueron enviados a Gonzales para que corrieran la voz de la derrota texana. La noticia desató el pánico y las fuerzas texanas —en su mayoría colonos— de la nueva República de Texas huyeron del avance del ejército mexicano.

En México, la batalla ha sido a menudo eclipsada por los acontecimientos de la guerra contra Estados Unidos de 1846 a 1848. En el siglo XIX, en Texas, el complejo de El Álamo gradualmente se fue conociendo como el lugar de la batalla. La Legislatura de Texas compró los terrenos y edificios en la primera parte del siglo XX y designó a la capilla de El Álamo como Santuario del Estado de Texas. El Álamo actualmente es el sitio turístico más popular de Texas. Asimismo, ha sido objeto de numerosas obras no ficticias a partir de 1843. La mayoría de los estadounidenses, sin embargo, están más familiarizados con los mitos difundidos por muchas de las películas y adaptaciones de televisión, entre las cuales se incluyen la miniserie de televisión de Disney, Davy Crockett, en la década de 1950 y la película de El Álamo de John Wayne, estrenada en 1960.

Bajo el mandato del presidente Antonio López de Santa Anna, el gobierno mexicano comenzó a apartarse de un modelo federalista. La política nacional se acercaba cada vez más a una dictadura, lo cual era evidente en hechos como la revocación de la Constitución de 1824, a principios de 1835, que a últimas instancias incitó a la revuelta de muchos federalistas, dando lugar a un clima de violencia que se resentiría en varios estados mexicanos, incluyendo la región fronteriza de la Texas mexicana. Texas se hallaba en ese entonces poblada, en gran parte, por inmigrantes de los Estados Unidos que estaban acostumbrados a un gobierno federalista y a amplios derechos individuales, por lo que hacían sentir su descontento por el desplazamiento de México hacia el centralismo. Por otra parte, también en una situación de descontento por los intentos anteriores de comprar Texas por parte de Estados Unidos, las autoridades mexicanas culparon a gran parte de la población texana que era originaria de los Estados Unidos, cuya mayoría había hecho pocos esfuerzos para adaptarse a la cultura mexicana.

En octubre de 1835, las tropas mexicanas y texanas se enfrentaron en la primera batalla oficial de la Revolución de Texas. Decidido a detener la rebelión, Santa Anna comenzó a armar un ejército para reprimirla, denominado el «Ejército de Operaciones en Texas», con el cual restablecer el orden en el territorio texano. La mayoría de sus soldados eran reclutas, y un gran número había sido reclutado contra su voluntad.

Los texanos derrotaron sistemáticamente a las tropas mexicanas que ya se encontraban en Texas. El último grupo de soldados mexicanos en la región, al mando del cuñado de Santa Anna, el general Martín Perfecto de Cos, se rindió el 9 de diciembre tras el asedio de Béjar. En este punto, en el ejército texano dominaban los recién llegados a la región, principalmente inmigrantes de los Estados Unidos. Muchos colonos de Texas, aún no preparados para una larga campaña, volvieron a casa. Enfurecido por lo que consideró una injerencia norteamericana en los asuntos de México, Santa Anna dirigió una resolución que calificaba como «piratas» a los extranjeros que se encontraban luchando en Texas. En esta misma resolución se prohibía además la captura de prisioneros de guerra: los llamados piratas que fuesen capturados, serían ejecutados inmediatamente. Santa Anna reiteró este mensaje en una enérgica carta al entonces presidente de los Estados Unidos, Andrew Jackson; ésta carta no se difundió ampliamente, y es poco probable que la mayoría de los reclutas estadounidenses que servían en el ejército texano tuvieran conocimiento de que no habría prisioneros de guerra. Para finales de ese año, las fuerzas texanas habían expulsado prácticamente a todos los soldados mexicanos que se hallaban en esa región; con el objetivo de recuperar Texas, en la ciudad de México Santa Anna comenzó a reunir un ejército.

Cuando las tropas mexicanas salieron de San Antonio de Béjar actual San Antonio, los soldados texanos establecieron una guarnición en la Misión de El Álamo, una antigua misión religiosa española que se había convertido en una fortaleza improvisada. Descrito por Santa Anna como «una fortificación irregular, apenas digna de ese nombre», El Álamo había sido diseñado para resistir un ataque de las tribus nativas, pero no el de un ejército con artillería equipada. El complejo se extendía a través de 3 acres 1,2 hectáreas, con casi 400 metros en el perímetro de la defensa. Tenía una plaza interior bordeada al este por la capilla y al sur por un edificio de una planta conocida como el «Cuartel de Baja», y una empalizada de madera se extendía entre estos dos edificios. Los dos pisos del «Cuartel Largo» se extendían al norte de la capilla, mientras que en la esquina norte de la pared del este existían un recinto de ganados y un corral para caballos. Las murallas que rodeaban el complejo eran de al menos 84 centímetros de espesor, con un rango de entre 2,7 y 3,7 metros de altura.

Para compensar la falta de puertos de fusilamiento, el ingeniero texano Green B. Jameson construyó pasadizos a fin de permitir a los defensores disparar desde las paredes; sin embargo, este método dejaba a los tiradores con la parte superior del cuerpo al descubierto y desprotegida. Las fuerzas mexicanas habían dejado atrás 19 cañones, incluyendo uno de 18 libras, que Jameson instaló a lo largo de las paredes; éste último alardeó al comandante de las fuerzas texanas, Sam Houston, que los texanos podrían «azotar a 10 invasores por cada soldado con su artillería».

La guarnición texana estaba insuficientemente dotada y con pocas provisiones, y contaba con menos de 100 soldados para el 6 de enero de 1836. Debido a esto, el coronel James C. Neill, comandante interino de El Álamo, escribió al gobierno provisional que «si alguna vez hubo un dólar aquí, no tengo conocimiento de ello». Neill pidió tropas y suministros, haciendo hincapié en que era probable que la guarnición no pudiera resistir un asedio más largo de cuatro días. El gobierno texano se encontraba en una agitación política en esos instantes, así que no pudo proporcionar mucha ayuda. Cuatro hombres diferentes afirmaron que se les había dado el mando sobre el ejército entero; el 14 de enero, Neill se acercó a uno de ellos, Sam Houston, para prestar asistencia en la recolección de suministros, ropa y municiones.

Houston no contaba con la cantidad de hombres necesarios para montar una defensa exitosa. En su lugar, envió al coronel James Bowie, acompañado de 30 hombres, para eliminar la artillería de El Álamo y destruir el complejo. Sin embargo, Bowie no pudo transportar la artillería desde El Álamo ya que la guarnición carecía de los animales de tiro necesarios para tal operación. Poco después, Neill lo persuadió de que dicha ubicación guardaba una importancia estratégica notable. En una carta enviada al gobernador Henry Smith, Bowie argumentó que «la salvación de Texas depende en gran medida de mantener a Béjar fuera de las manos del enemigo. Este lugar sirve como la guardia de frontera militar, y si estuviera en posesión de Santa Anna, no hay fortaleza que pueda repeler su marcha hacia Sabine». El documento terminaba con lo siguiente: «El coronel Neill y yo hemos llegado a la resolución solemne de que preferimos morir en estas zanjas en vez de dárselas al enemigo». Además, Bowie escribió al gobierno provisional, solicitándole «hombres, dinero, rifles y pólvora para cañón». No obstante, únicamente unos cuantos refuerzos fueron autorizados; el oficial de caballería William Barret Travis llegó a Béjar con 30 hombres el 3 de febrero de ese año. Cinco días después, arribó un pequeño grupo de voluntarios, entre los cuales se encontraba Davy Crockett.

El 11 de febrero, Neill dejó El Álamo, posiblemente para reclutar más refuerzos y reunir una mayor cantidad de suministros. Antes de partir, transfirió el comando a Travis, el oficial de ejército de más alto rango en la guarnición. Los voluntarios, que representaban una gran mayoría en la guarnición, no querían a Travis como su nuevo líder. En cambio, eligieron a Bowie —que tenía reputación como un combatiente fuerte— como su comandante. Bowie era célebre por haber causado estragos en Béjar una ocasión en que se había embriagado, así que para mitigar el malestar provocado por tal acontecimiento, decidió compartir el mando militar con Travis.

Mientras los texanos se esforzaban en hallar hombres y suplementos, Santa Anna continuaba reclutando gente por el procedimiento de leva en San Luis Potosí; para finales de 1835, su ejército contaba con 6019 soldados. En vez de avanzar a lo largo de la costa, donde podrían transportarse suplementos y refuerzos con facilidad por medio del océano, Santa Anna ordenó a sus hombres que marcharan hacia Béjar, el centro político de Texas y sitio de la derrota del general Cos. Las tropas mexicanas comenzaron a marchar rumbo al norte a finales de diciembre de 1835. Aprovechando el largo trayecto, los oficiales entrenaron a los hombres en pleno viaje; muchos de los nuevos reclutas no sabían siquiera cómo usar la mira de sus armas, mientras que otros tantos se oponían a disparar desde el hombro debido a los fuertes culatazos dados por las armas.

El progreso fue lento; no había suficientes mulas para transportar todos los suplementos, y muchos de los cocheros, todos ellos civiles, dimitieron una vez que sus pagos fueron retrasados. Por otra parte, la gran cantidad de soldaderas —mujeres y niños que seguían al ejército— consumía los ya de por si escasos recursos con los que se contaban. Por lo tanto, se tuvieron que reducir las raciones de alimentos a los soldados. Finalmente, el 16 de febrero cruzaron el río Bravo. En esa época, la temperatura en Texas alcanzó niveles muy bajos; se tiene noción de que, en ese mes, cayeron aproximadamente de 15–16 pulg (38–41 cm) de nieve.

Aunado a la hipotermia, la disentería y las tropas de asalto comanches fueron los factores restantes que terminarían afectando a los soldados mexicanos una vez comenzada su travesía por Texas. La noche siguiente, el ejército mexicano acampó en el río Nueces, ubicado a 119 millas 192 km de Béjar. Previamente, los texanos habían incendiado el puente que cruzaba sobre Nueces, obligando a los mexicanos a construir una estructura improvisada con ramas y lodo bajo la lluvia. El retraso fue breve, y el 19 de febrero, el ejército acampó en las orillas del río Frío, a 68 millas 109 km de Béjar. Al día siguiente, las tropas arribaron a la ciudad de Hondo, Texas, a menos de 50 millas 80 km de su destino final.

Mientras tanto, el 16 de febrero, el colono Ambrosio Rodríguez advirtió a Travis, con quien tenía una amistad estrecha, que sus familiares radicados más al sur de Béjar le habían alertado de que Santa Anna se dirigía a ese lugar. Ese mismo día, el escucha de Juan Seguín —capitán del ejército texano al servicio de Travis—, Blas Herrera, informó que las tropas mexicanas habían cruzado el río Bravo. Para entonces, ya circulaban varios rumores en torno a la inminente llegada de Santa Anna, sin embargo Travis optaba por ignorarlos. Al filo de la noche, se instaló un consejo de guerra en El Álamo para discutir sobre dichos rumores. Travis estaba convencido de que el ejército mexicano no llegaría a Béjar hasta marzo del año próximo, pensando que aguardarían a la llegada de la temporada primaveral, cuando el clima no les resultara tan desfavorable. Además, éste asumía que Santa Anna no había empezado aún a reunir tropas para una posible invasión de Texas hasta que se hubiese enterado de la derrota de Cos. Sin embargo, ignoraban que, en realidad, Santa Anna había comenzado la planeación de dicha invasión meses antes del asedio de Béjar. A pesar de la incredulidad texana, la tarde del 20 de febrero muchos habitantes de Béjar empezaron a empacar sus pertenencias para evacuar el lugar. Al día siguiente, renunciaron quince de los voluntarios texanos en El Álamo. Seguin le aconsejó a Travis que liberara a los hombres para que éstos pudieran ayudar a la evacuación de sus familias, que se hallaban en el mismo camino que Santa Anna tomaría para llegar a Béjar.

Dos días después, el 21 de febrero, Santa Anna y sus tropas llegaron a las orillas del río Medina, ubicado a 25 millas 40 km de Béjar. Ahí, se hallaban estacionados dragones al mando del general Joaquín Ramírez y Sesma, que habían llegado la tarde anterior. No habiéndose percatado de la proximidad del ejército mexicano, la mayoría de la guarnición de El Álamo, excepto diez personas, se unió a los habitantes de Béjar en una fiesta. Tras enterarse de dicha celebración, Santa Anna le ordenó a Ramírez y Sesma que incautara inmediatamente la fortaleza desprotegida mientras se llevaba a cabo la fiesta, sin embargo la redada tuvo que esperar debido a las lluvias repentinas que habían estado cayendo en esos días, haciendo que el río Medina fuera invadeable. La siguiente noche, las tropas mexicanas acamparon en el arroyo León, a 8 millas (13 km) al poniente de Béjar.

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