martes, 4 de noviembre de 2014

LOCURA



Se designó como LOCURA hasta final del siglo XIX a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura "desviado del surco recto", por culpa de un desequilibrio mental, por el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos. Los síntomas de ciertas enfermedades, como la epilepsia u otras disfunciones mentales, fueron también calificados de locura.
Locura, según el diccionario, significa “privación del juicio o del uso de la razón”. Sin embargo, esta acepción no siempre ha sido tal. Antiguamente, se creía que era consecuencia de maniobras sobrenaturales, o netamente demoníacas. También se pensaba que actuaba en el hombre como castigo divino por la culpa de sus pecados. En la Edad Media los leprosos pasaron a ser una imagen distinta del miedo. Temidos y repudiados por los demás, eran excluidos y encerrados en leprosarios; sus bienes, una vez desaparecida la enfermedad, eran convertidos en fondos administrados por las ciudades y destinados a obras de beneficencias y establecimientos hospitalarios.
Una vez desaparecida la lepra, su lugar es tomado por las enfermedades venéreas, que pronto pasan a ser consideradas asuntos médicos.
Hasta la segunda mitad del siglo XV, el tema reinante es la muerte, que aparece bajo el signo de las guerras y pestes que acompañan este período. Pero ya a finales del período, esta inquietud gira sobre sí misma. Los hombres dudan de todo y, al dudar también de la muerte, se abre una nueva perspectiva que permite burlarse de ella, porque sólo da cuenta de que la verdadera existencia está vedada a los ojos humanos mientras la realidad sea sólo un espejo de sí misma.
En el Renacimiento, la locura surge como una nueva encarnación del mal. Es en este momento en que aparece la denominada "stultifera navis" nave de los locos que determina la existencia errante de los locos. Dicha nave fue utilizada para eliminar del territorio a estos seres molestos que ponían en riesgo la seguridad de los ciudadanos. El furor sin causa era concebido como un síntoma inequívoco de locura y un motivo de confinamiento en la nave de los locos. Sin embargo, este viaje no sólo hacía las veces de barrendero humano, sino que otorgaba al loco la posibilidad de purificación, sumado al hecho de que cada uno es entregado a la suerte de su propio destino, pues “cada viaje es, potencialmente, el último”.
A partir de Erasmo de Rotterdam y del Humanismo, la locura pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón. Los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra, pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para revalidar su necesaria presencia en el mundo.
Sólo en el siglo XVII se dominará a la locura a través del encierro, con el llamado “hospital de los locos”, donde la razón triunfará por medio de la violencia.
El concepto de "locura" fue empleado en Europa históricamente en diferentes contextos con diferentes significados, que retrospectivamente se sabe que correspondían a fenómenos distintos, que en la historia de la medicina se encuentran pobremente definidos y que en ocasiones eran incluso contradictorios. La cuestión de qué variaciones respecto a la norma eran aceptadas como "extravagancias" y cuáles como locura podían depender de la región, la época o las circunstancias sociales del sujeto. No fue hasta la aplicación de la nosología moderna cuando se delimitaron los diferentes fenómenos denominados hasta entonces como locura. La locura, en términos clínicos puede ser entendida como una forma de esquizofrenia e incluso como un sinónimo.

Como las manifestaciones de la locura son muy variadas, se pueden considerar síntomas de diversos estados. En cada caso, el afectado muestra una conducta que se aparta de la normalidad de una forma determinada. Por eso, los afectados quedan desplazados de su entorno social. Frecuentemente se manifiesta como una pérdida de control, en la que los sentimientos se muestran desinhibidamente. La conducta se desplaza fuera de lo racional y las consecuencias de los propios actos no se tienen en cuenta. Los actos pueden ser objetivamente absurdos e inútiles. La diferencia entre lo real y lo irreal puede desaparecer, viéndose perturbada la percepción de la realidad. Se pueden encontrar en la mitología griega ejemplos de consecuencias catastróficas de la locura: Heracles mata a sus hijos; Áyax el Grande masacró un rebaño de ovejas al confundirlo con los líderes aqueos tras una disputa con Odiseo; el rey Licurgo de Tracia confundió a su hijo con una hiedra, símbolo de Dioniso, cuyo culto había prohibido, matándolo, y Medea mató a sus hijos. Las características perceptibles de la locura abarcan un área amplia entre la actividad frenética y la catatonia. De un lado están los maníacos; en el otro los depresivos y los apáticos. A menudo se dan disfunciones en las capacidades comunicativas, que pueden disminuir la inteligibilidad del discurso y pueden parecerse al habla de un niño pequeño: repetición de porciones de frases, reduplicación, hablar con rimas simples, onomatopeyas o cantar canciones infantiles.

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