lunes, 6 de octubre de 2014

TAUROMAQUIA



La TAUROMAQUIA se define como «el arte de lidiar toros», tanto a pie como a caballo, y se remonta a la Edad de Bronce. Su expresión más moderna y elaborada es la corrida de toros, una fiesta que nació en España en el siglo XII y que se practica también en Portugal, sur de Francia y en diversos países de Hispanoamérica: como México, Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador y Costa Rica. Es también espectáculo de exhibición en China, Filipinas y Estados Unidos. Las corridas de toros han despertado diversas polémicas desde sus comienzos entre partidarios y detractores.

En sentido amplio, la tauromaquia incluye además todo el desarrollo previo al espectáculo como tal, desde la cría del toro a la confección de la vestimenta de los participantes, además del diseño y publicación de carteles y otras manifestaciones artísticas o de carácter publicitario, que varían de acuerdo a los países y regiones donde la tauromaquia es parte de la cultura nacional.

Esta actividad tiene antecedentes que se remontan a la Edad de Bronce, y se ha desarrollado a lo largo de siglos como una forma de demostración de valentía, al estilo de algunas tribus que aún practican ritos de paso de la niñez a la edad adulta.

En la antigua Roma se presentaban espectáculos con uros raza bovina extinta que eran arrojados a la arena del circo para su captura y muerte por parte de algunos representantes de familias nobles, quienes mostraban así sus dotes de cazadores. También se arrojaban en manadas a los cristianos durante las ejecuciones públicas efectuadas en la época de la persecución; y además, se utilizaba a estos animales durante los enfrentamientos de gladiadores como entretenimiento adicional.

En época medieval comienza la práctica taurina del lanceo de toros, a la que se sabe eran aficionados Carlomagno, Alfonso X el Sabio y los califas almohades, entre otros. Según crónica de la época, en 1128 «...en que casó Alfonso VII en Saldaña con Doña Berenguela la chica, hija del Conde de Barcelona, entre otras funciones, hubo también fiestas de toros

Estos espectáculos se presentaban en plazas públicas y lugares abiertos como parte de celebraciones de victorias bélicas, patronímicos y fiestas, con el consecuente riesgo que esto suponía para los espectadores Goya ha retratado una de estas tragedias en su obra sobre la muerte del alcalde de Torrejón, arrollado y corneado por un toro.

Los primeros tratadistas dieron por buena una creencia popular y pensaron que los moros de España fueron los primeros en utilizar sus capas como instrumento de distracción durante la práctica de alancear a las reses. Sin embargo, esta opinión no cuenta hoy día con respaldo académico. Durante el siglo XVI evoluciona la tauromaquia hacia los encierros de varas predecesora de las actuales corridas de rejones, en los que participaba la realeza; incluso Carlos I de Inglaterra y su lugarteniente Lord Buckingham participaron en este evento durante su estancia en España, tan a su gusto que repitieron luego la experiencia en su país, invitando a los embajadores de los reinos de Francia y España. Carlos I de España no nacido en este país lanceó un toro en la celebración del nacimiento de su hijo Felipe II.

Durante esta época la nobleza comienza a utilizar a sus peones y escuderos para distraer al toro mientras cambiaban algún caballo cansado o herido, o para rescatarlos de una caída. Con la aparición de los picadores en sustitución de las lanzas, para dar a los nobles, a lomo de caballo, el privilegio de matar al toro, estos peones y auxiliares adquieren la responsabilidad de llevar al toro al picador, con lo que evoluciona la faena de capote y adquiere valor estético. En muchas ocasiones, si el de a caballo no podía matar al toro, se delegaba la responsabilidad en los de a pie.

La tauromaquia es la evolución de los trabajos ganaderos de conducción, encierro y sacrificio en los macelos o mataderos urbanos que comenzaron a construirse en España durante el siglo XVI. Estos profesionales de la conducción del ganado vacuno, entonces toro bravo, y los matarifes aportaron creatividad y virtuosismo a las tareas más arriesgadas, que inmediatamente fueron de interés para los más diversos espectadores. Las primeras noticias sobre estas suertes prodigiosas son del Matadero de Sevilla, en el cual además está documentada la presidencia encarnada por un representante de la autoridad municipal, situado en una torre mirador o palco proyectado por el arquitecto Asensio de Maeda y conocido por una importante cantidad de óleos que recogen la actividad taurina en ese momento. En el matadero sevillano también se proyectaron las primeras tribunas para espectadores en la segunda mitad del siglo XVI A partir del siglo XVII comienzan a surgir nombres entre los toreros de a pie, por su estilo y valor, además de la simpatía que a estos se les tenía por ser parte del mismo pueblo y no de la nobleza, siendo solicitados por el público para presentarse como evento principal.

Paulatinamente, el gusto del público se inclina por los toreros de a pie, y, si bien con extrañas variaciones, se van estableciendo a lo largo del siglo XVIII todos los elementos de las corridas modernas. De esta época son algunas de las primeras figuras conocidas del toreo, como Costillares, Pepe-Hillo y Pedro Romero.

Ya en el siglo XIX, toreros como Paquiro, Cúchares, Lagartijo y Frascuelo, fueron quienes dieron a la corrida la estructura definitiva que tiene hasta la actualidad.

En la década de 1910 a 1920 se desarrolla la llamada Época Dorada de la tauromaquia, protagonizada por la rivalidad profesional entre Juan Belmonte y José Gómez conocido como Gallito o Joselito, que inauguraron el camino hacia el toreo moderno.

Posteriormente a la Guerra Civil Española se produce un auge en el mundo taurino, especialmente gracias al surgimiento de la figura de Manolete, para muchos el más vertical de los toreros en la historia; a este auge siguen figuras como Luis Miguel Dominguín, el mexicano Carlos Arruza, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez, Silverio Pérez, Miguel Báez «El Litri», Julio Aparicio y Agustín Parra "Parrita". Si bien esta época se cierra con el fallecimiento de Manolete en la llamada Tragedia de Linares, surge entonces otra famosa rivalidad que apasiona al mundo taurino, la de Dominguín y Antonio Ordóñez.

Ya en los años cincuenta se alza la figura de particular elegancia del venezolano César Girón, quien lidera en dos ocasiones 1954 y 1956, el escalafón taurino en España, hazaña que repetiría su hermano Curro en 1959 y 1961. Destacan en los años sesenta, además del mencionado Curro Girón, toreros como Curro Romero, Paco Camino, El Viti, Diego Puerta, y Manolo Martínez, además de la sensación que causó el surgimiento del poco ortodoxo y revolucionario, pero muy triunfador, Manuel Benítez, el Cordobés. Los años setenta y ochenta son los de mayor expansión comercial del mundo de los toros, llegando a haber corridas incluso en el Astrodome de Houston, con la participación de Manuel Benítez «el Cordobés». Las grandes figuras de esta época son: José Mari Manzanares, Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, Dámaso González, Morenito de Maracay, Francisco Rivera «Paquirri», El Yiyo, Nimeño II, Antoñete y Juan Antonio Ruiz "Espartaco", líder de la estadística en forma consecutiva desde 1985 hasta 1991.

En la actualidad, la actividad más conocida de la tauromaquia es la corrida de toros. En consecuencia, con la consideración de cómo se lleve la responsabilidad de la lidia y muerte del toro si el torero va a pie o a caballo, existen dos tipos de corridas de toros; de toreros a pie y de toreros a caballo, de rejones o rejoneadores.

Normalmente, una corrida se desarrolla en tres partes, llamadas tercios, en las cuales el toro es lidiado respectivamente por los picadores, «que, montando un caballo protegido por un peto, utilizan una vara con una puya para preparar al toro para el tercio de muleta»; los banderilleros, «quienes se encargan del auxilio al matador, bregan al toro y adornan al toro colocando pares de banderillas generalmente son tres pares»; y el último tercio, y el más importante, el de muerte, en el que el torero lidia al toro manejando la muleta y el «ayudado» espada de madera o de aluminio, que sostiene con la mano derecha. El torero principalmente empieza a medir la distancia del toro, lo que se llama «terreno», para empezar a cuajar su faena, hasta empezar a meterle la cabeza en cada suerte o engaño; después coloca al burel con los cuartos delanteros parejos, para que se abra y no pinche en hueso; eso es para asegurar la estocada, y, si es correcta, a petición del presidente y el respetable, se cortan los trofeos.

El presidente es quien recompensa la actuación del torero. Al término de la lidia, el presidente enseña un pañuelo de color blanco, si el premio de la faena es para una oreja, y dos pañuelos para dos trofeos. Al principio de ella también puede enseñar un pañuelo verde si el toro no es apto para torear cojo, cuerno mal, etc. o uno naranja para indultarlo si el toro es de gran calidad. La opinión del público es posiblemente de más peso para los participantes: ha habido corridas en donde el público saca en hombros al torero sin que el juez haya concedido siquiera la oreja, o por el contrario: premios del presidente a pesar del descontento de los asistentes.

Las plazas de toros, conocidas también como cosos taurinos y anteriormente como circos taurinos, son estructuras arquitectónicas cerradas, con estilos arquitectónicos diversos, de acuerdo a su antigüedad. En general, se trata de un recinto cerrado de forma circular, con tendidos y servicios que rodean un espacio central, llamado ruedo o arena, en donde se realiza el espectáculo taurino. El ruedo es un terreno de tierra batida, rodeado por una valla o barrera, y con varios burladeros, en donde se preparan y refugian los matadores y subalternos. El callejón está separado del ruedo por una estructura o pared, generalmente de madera y de aproximadamente 140 centímetros del altura, que posee estribos hacia el ruedo y en ocasiones también hacia el callejón para facilitar el acceso de los alternantes en caso de emergencia. Dispone de puertas de acceso batientes para la entrada y salida de los participantes puerta de cuadrilla y los toros puerta de toriles, aunque la cantidad y disposición de estos accesos varía de un recinto a otro. La plaza de toros más grande del mundo se encuentra en México, con una capacidad aproximada de 41000 personas sentadas.

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