miércoles, 7 de mayo de 2014

LA IGLESIA CATÓLICA, APOSTÓLICA, ORTODOXA



La IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ORTODOXA es una comunidad cristiana, cuya antigüedad, tradicionalmente, se remonta a Jesús y a los doce apóstoles, a través de una sucesión apostólica nunca interrumpida. Es la segunda iglesia cristiana más numerosa del mundo después de la Iglesia católica apostólica romana. Cuenta con más de 225 millones de fieles en todo el mundo.

La Iglesia ortodoxa se considera la heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del Mediterráneo esto lleva a ciertas tensiones con iglesias orientales unidas a Roma. Su doctrina teológica se estableció en una serie de concilios, de los cuales los más importantes son los primeros Siete Concilios, llamados "ecuménicos", que tuvieron lugar entre los siglos IV y VIII. Tras varios desencuentros y conflictos, la Iglesia católica ortodoxa y la Iglesia católica romana se separaron en el llamado "Cisma de Oriente y Occidente", el 16 de julio de 1054. El cristianismo ortodoxo se difundió por Europa Oriental gracias al prestigio del Imperio bizantino y a la labor de numerosos grupos misioneros.

La Iglesia ortodoxa está en realidad constituida por 15 iglesias autocéfalas que reconocen sólo el poder de su propia autoridad jerárquica por ejemplo, del Patriarca de Alejandría, de Antioquía, de Constantinopla, etc. pero mantienen entre sí comunión doctrinal y sacramental.

En la actualidad, el cristianismo ortodoxo es la religión predominante en Bielorrusia, Bulgaria, Chipre, Georgia, Grecia, Moldavia, Montenegro, la república de Macedonia, la república de Rusia, Rumania, Serbia y Ucrania.

Existen también comunidades importantes en Alemania, Argentina, Australia,  Canadá, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Francia,  Italia, México, Paraguay, Perú y Venezuela. En Guatemala la comunidad ortodoxa de medio  millón de fieles por su origen es vernácula.

Según los cristianos ortodoxos, el hombre fue creado en perfecta comunión con Dios, pero se alejó de Dios por el pecado. La salvación de las torturas infernales después de la muerte y la adquisición de la vida eterna se realizó por Jesucristo tras su Encarnación y la unión en Él de dos naturalezas: una divina y la otra humana, caída por el pecado original. Esa unión llevó a la transformación de la naturaleza humana en el proceso de Su resurrección. O sea, al pasar ese proceso gracias a la parte divina, la parte humana recibió nuevas cualidades que no podía adquirir por sí misma. Desde entonces todo ser humano lleva ese potencial de transformación y obtención de la vida eterna que se revela, si cree que Jesucristo es el Salvador y sigue Su doctrina original expuesta en los trabajos de apóstoles, evangelistas y padres de la iglesia.

La Iglesia ortodoxa, según su tradición, se considera la continuación de la iglesia establecida por Jesús y sus apóstoles. La constancia e inmutabilidad de los dogmas de la doctrina cristiana original se consideran una de las virtudes principales de dicha iglesia. Se supone que cualquier cambio considerable de la doctrina se puede hacer sólo por medio de un Concilio Ecuménico, o sea de todo el mundo cristiano, una cosa no hecha en la Iglesia ortodoxa ya por muchos siglos desde el cisma con la Iglesia romana, la cual por su parte ha continuado convocando concilios ecuménicos, unida bajo la autoridad del Papa de Roma.

Al igual que la Iglesia católica romana, la Iglesia ortodoxa posee la autoridad de canonizar o beatificar. Cuando alguna de las iglesias ortodoxas autocéfalas engrosa su santoral, ella obligatoriamente avisa sobre eso a todas las demás iglesias hermanadas.

Tanto como la Iglesia católica romana, la Iglesia católica ortodoxa considera suya toda la historia de la iglesia pre cismática. Por eso, la mayoría de los santos católicos pre cismáticos occidentales siguen siendo santos de la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, santa Mónica, san Lorenzo, san Hermenegildo, etc.

El cabeza de la Iglesia en su totalidad se considera Jesucristo, mientras que los cabezas de las iglesias autocéfalas, los Patriarcas, se tratan como iguales, pero respetando el honor del Patriarca de Constantinopla de ser el "primus inter pares", el título que significa supremacía meramente simbólica. Esa igualdad diferencia la Iglesia católica ortodoxa, presidida por los Patriarcas, de la Iglesia católica romana, cuyo cabeza, el Papa, poseyó el título de primus inter pares antes del Gran Cisma.

La función principal del Primus Inter Pares, como líder simbólico honorífico del mundo cristiano, era presidir los concilios ecuménicos. Este cargo actualmente lo ocupa Bartolomé I.

Las sedes de los Patriarcas, por su mayor parte, se encuentran en las capitales de los países, cuyas iglesias ortodoxas nacionales ellos presiden. La sede del Patriarca Ecuménico se encuentra en Constantinopla, o sea Estambul, Turquía, en el barrio de Fanar.

La aparición, o sea independización legítima, canónica, de una nueva Iglesia ortodoxa es posible sólo con el reconocimiento de su autocefalía el derecho de auto gobernación por todas las iglesias ortodoxas hermanadas término usual no canónico ya que dogmáticamente se consideran partes de una sola iglesia establecida por Cristo. Las Iglesias no reconocidas al menos por una de las autocéfalas o sea sin su patrocinio no se consideran parte de la comunión de iglesias ortodoxas canónicas, herederas de la tradición apostólica y de la gracia de Dios, transmitida con una línea de los sacerdotes nunca interrumpida desde el día de Pentecostés. Uno de los ejemplos recientes de una secesión no autorizada y arbitraria es el caso de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev.

Entre los siglos VIII y XI se produjo la definitiva maduración de la Iglesia ortodoxa griega en torno a la figura del patriarca de Constantinopla. Los otros patriarcados orientales reconocidos en el Concilio de Calcedonia del año 451 Alejandría, Antioquía, Jerusalén, habían perdido importancia al ser sometidos sus territorios en el dominio islámico, y las relaciones con Roma eran lejanas, aunque todavía frecuentes, al estar situada esa ciudad, desde el punto de vista bizantino, en la periferia del mundo civilizado.

El Papa parecía más atento a lo que ocurría en la nueva cristiandad occidental, aunque todavía, mientras duró el dominio imperial en el exarcado de Rávena, varios Papas fueron de origen griego o sirio. La mayoría de los Papas pre cismáticos considerados santos por la Iglesia católica romana también lo siguen siendo para la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, Clemente I, Martín I, Agapito I, etc.

El episcopado oriental reconocía al obispo de Roma un primado de honor, pero entendía que las decisiones doctrinales y disciplinarias debían de ser tomadas por los Patriarcas conjuntamente o en un concilio general, ecuménico, y nunca abandonó lo esencial de esta postura, incompatible con el auge de la primacía romana y su evolución desde la segunda mitad del siglo VIII.

Roma, por su parte, no estaba dispuesta a aceptar la rivalidad imperial a que estaba sujeta la iglesia en el Imperio bizantino con su idea de "sinfonía" entre el poder del Emperador y el Patriarca; sólo entendiendo esta diversidad de puntos de vista, se pueden comprender las razones que acabaron separando a las dos iglesias, más, incluso, que sus divergencias dogmáticas y de uso litúrgico, aunque a través de ellas se manifestaban maneras distintas de entender la religiosidad: uso de lenguas diferentes, calendarios litúrgicos y, en parte, santoral específicos, sensibilidad especial respecto al culto a los iconos, cánones también diversos. Buen ejemplo de eso, son las actas del Concilio Quinisexto (año 692), que el Papa de Roma denegó aprobar, aunque sus legados en Constantinopla lo firmaron, pero que a la vez son "una de las bases esenciales del Derecho canónico bizantino" (Ducellier) en cuestiones importantes, tales como el celibato sacerdotal.

De hecho, los últimos Concilios Ecuménicos que se celebraron en Oriente y en los que estaban presentes los legados del Papa fueron los de Nicea en el año 787 y Constantinopla en el 869. Después se restañó la ruptura producida por el enfrentamiento entre el Patriarca constantinopolitano Focio y el Papa Nicolás I. En lo sucesivo, la Iglesia bizantina y las que se crearon a partir de ella se organizaron mediante sus propios concilios o sínodos.

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