miércoles, 14 de mayo de 2014

ALFONSINA Y EL MAR



ALFONSINA STORNI MARTIGONI nació en Sala Capriasca Suiza, el 29 de mayo de 1892 y murió en Mar del Plata, Argentina, el 25 de octubre de1938 fue una poetisa y escritora argentina del modernismo.

Sus padres, dueños de una cervecería en San Juan, regresaron a Suiza en 1891. Y en 1896 volvieron a Argentina junto con Alfonsina, quien había nacido durante la estadía de la pareja en el país europeo. En San Juan concurrió al jardín de infantes y desarrolló la primera parte de su infancia. A principios del siglo XX la familia se mudó a Rosario, donde su madre fundó una escuela domiciliaria y su padre instaló un café cerca de la estación de ferrocarril Rosario Central. Alfonsina se desempeñó como mesera en el negocio familiar, pero dado que este trabajo no le gustaba se independizó y consiguió empleo como actriz. Más tarde recorrería varias provincias en una gira teatral.

Storni ejerció como maestra en diferentes establecimientos educativos y escribió sus poesías y algunas obras de teatro durante este período. Su prosa es feminista, ya que busca en ella la igualdad entre el varón y la mujer, y según la crítica, posee una originalidad que cambió el sentido de las letras de Latinoamérica. Otros dividen su obra en dos partes: una de corte romántico, que trata el tema desde el punto de vista erótico y sensual y muestra resentimiento hacia la figura del varón, y una segunda etapa en la que deja de lado el erotismo y muestra el tema desde un punto de vista más abstracto y reflexivo. La crítica literaria, por su parte, clasifica en tardo románticos a los textos editados entre los años 1916 y 1925 y a partir de Ocre encuentra rasgos de vanguardismo y recursos como el anti soneto. Sus composiciones reflejan, además, la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos.

Fue diagnosticada con cáncer de mama, del cual fue operada. A pedido de un medio periodístico se realizó un estudio de quilología, cuyo diagnóstico no fue acertado. Esto la deprimió, provocándole un cambio radical en su carácter y llevándola a descartar los tratamientos médicos para combatirla.

Se suicidó en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar. Su cuerpo fue velado inicialmente en esa ciudad balnearia y finalmente en Buenos Aires. Actualmente sus restos se encuentran enterrados en el Cementerio de la Chacarita.

Sus padres fueron Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes juntos a sus hermanas mayores de Alfonsina, María y Romero, llegaron a la provincia de San Juan desde Lugano, Suiza, en 1880. Fundaron una pequeña empresa familiar, y años después, las botellas de cerveza etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía», comenzaron a circular por toda la región.

En 1891 la familia viajó a Suiza quedando en la provincia algunos hermanos y en 1892, el 22 de mayo, nació ella en Sala Capriasca siendo la tercera hija del matrimonio Storni-Martignoni. Su padre, un hombre «melancólico y raro», fue quien eligió el nombre. Años más tarde, Alfonsina le diría a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo». Hay otras versiones que indican que nació el 22 de mayo pero la registraron el 29 y otras que afirman que nació en un barco en altamar. Fue bautizada en la parroquia de Tesserete, lugar en el que actualmente se puede leer en el margen del acta de bautismo una inscripción realizada por el sacerdote Osvaldo Crivelli que dice Grande poetisa morta al mar della Plata.

En 1901 la familia se trasladó nuevamente, esta vez a la ciudad de Rosario, por motivos desconocidos. Llevaron consigo algunos ahorros con los que Paulina abrió una pequeña escuela domiciliaria, y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa, pobre y sin nadie que la maneje. Los alumnos abonaban un peso con cincuenta por cada uno y llegaron a ser cincuenta; sin embargo, la ganancia de setenta y cinco pesos mensuales no permitían una vida cómoda.

Instalaron el «Café Suizo», cerca de la estación de tren; no se sabe la fecha con certeza, pero sí que el proyecto fracasó. Alfonsina dejó de asistir a la escuela y comenzó a trabajar lavando platos y atendiendo las mesas a la edad de diez años. Las demás mujeres comenzaron a trabajar de costureras. El fracaso lo puede haber provocado la imposibilidad de manejar el negocio y el alcoholismo del padre, quien se sentaba en una mesa a beber hasta que su esposa, junto con uno de sus hijos, lo arrastraba hasta su cama. Una vez cerrado el emprendimiento se mudaron de casa, su hermana María se casó y Alfonso, su esposo, falleció por causas que no se conocen. Este hecho coincide con la edad en que Alfonsina comenzó a escribir poesías.

El trabajo hogareño no la conformaba, ya que no le rendía económicamente y conllevaba largas horas de encierro. Para cambiar su situación, buscó trabajo en forma independiente: lo encontró en una fábrica de gorras y, posteriormente, se la vio entregando volantes en algún festejo del Día del Trabajo.

En 1907 Manuel Cordero, un director teatral que estaba de gira en las provincias junto con su compañía, arribó a Rosario. Lo hizo en Semana Santa, con el objetivo de representar las Escenas de la Pasión. Paulina tomó contacto con la compañía y se le asignó el papel de María Magdalena. Alfonsina, por su parte, asistió a los ensayos y, dado que dos días antes del estreno se enfermó la actriz que personificaba a San Juan Evangelista y que ella sabía de memoria todos los papeles y no le incomodaba interpretar a un hombre, la reemplazó. Al otro día la prensa elogió su actuación.

Al poco tiempo visitó Rosario la compañía de José Tallavi para entrevistarse con Alfonsina, quien les demostró que podía recitar y memorizar largos versos, y se le ofreció trabajo. De esta manera, Alfonsina dejó la casa de Rosario junto al resto de su familia. En un año recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán representando Espectros de Ibsen, La loca de la casa de Pérez Galdós y Los muertos de Florencio Sánchez. No se conocen mayores detalles de este año de gira; únicamente se sabe que intercambió correspondencia con Julio Cejador, un filólogo español.

Según declaró a la revista El Hogar, a su regreso escribió su primera obra de teatro, Un corazón valiente; sin embargo, no han quedado testimonios de este hecho. Además, se enteró de que su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor de libros, y que se había mudado a la localidad de Bustinza, donde había establecido nuevamente su escuela domiciliaria. Para poder visitarla se trasladó en tren hasta Cañada de Gómez el 24 de agosto de 1908 donde la esperaba José Martínez para trasladarla hasta el pueblo en un break con capota, utilizado para trasladar la correspondencia hasta dicho lugar. Esa noche asistió a una fiesta en la casa del Juez de Paz, Bartolomé Escalante, e inició una amistad con algunas jovencitas del lugar, a quienes visitaba y acompañaba cuando andaban a caballo.

Se alojó en la casa alquilada por su madre frente a la plaza, donde jugaba al tenis con Prima Correa, hija de la dueña de la propiedad, utilizando unas grandes alpargatas negras como raquetas. En el galpón del fondo de la propiedad solía fumar a escondidas cigarrillos de chala con Rafaela Ramírez, una joven del pueblo. También asistía a paseos, fiestas vecinales y celebraciones religiosas.

Dictaba clases de recitado y de buenos modales en la escuela de su madre. Una alumna suya, Amalia Medina, la definió como una persona muy fina en su porte, en su bailar y en su mímica. Aunque se la caracterizaba como una persona delicada y cariñosa, hay testimonios de algunos días melancólicos donde se encerraba en sí misma y cantaba canciones tristes y dolientes.

Un día, cuando se estaba bañando en el mar, una ola fuerte y alta le pegó en el pecho a Alfonsina, quien sintió un dolor muy fuerte y perdió el conocimiento. Sus amigos la llevaron hasta la playa. Cuando recobró el conocimiento descubrió un bulto en el pecho que hasta el momento no se notaba pero en esa oportunidad se podía tocar con la mano. Al regresar a la capital le quiso restar importancia al hecho, pero la verdad se impuso y debió buscar el apoyo de sus amigos. Ellos trataban de restarle importancia pero le aconsejaron acudir a un médico. Blanca de la Vega, una de sus amistades, recordó que Alfonsina la había llevado hasta su dormitorio y se había descubierto el pecho para que tocase la dureza. El encargado de acompañarla a la consulta fue Benito Quinquela Martín a quien le había solicitado ayuda un mediodía en su estudio. Ella le comentó que su estado era grave y que su hijo era muy joven como para enfrentar la situación. El pintor trató de disimular su sorpresa y le recomendó consultar a un especialista. Ese especialista fue el doctor José Arce. Para mantenerse tranquila los días previos a la operación contó con el apoyo de sus amigos y también ayudó un reportaje para la revista Multicolor de Crítica del 18 de mayo de 1935, que sirvió de distracción.

El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada del cáncer de mama en el Sanatorio Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en realidad tenía ramificaciones. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental se recrudecieron. Se volvió recluida y evitaba a sus amistades. Su reposo lo realizó en «Los Granados», una casa de la familia Botana en Don Torcuato. Fue atendida especialmente por Salvadora y una ex-alumna, Felisa Ramos Mozzi quienes junto a una enfermera contratada por los Botana la cuidaban en turnos.

La quinta estaba rodeada por un parque que era una pequeña reserva natural con pavos reales, pequeños osos y plantas exóticas de varias especies y además tenía una biblioteca muy completa, pero Alfonsina no pudo disfrutar de la estadía por sentirse vulnerable a la enfermedad; sólo quería estar rodeada de amigas. Es así que invitó a Fifí Kustow a permanecer unos días con ella, pero su amiga no aceptó la invitación porque, cuando fue a visitarla, Alfonsina le enseñó un revólver que tenía para defenderse en caso de robo y a Fifí no le gustó la idea de dormir con un arma al lado. Cuando Haydée Ghío la visitó, Alfonsina le dijo «Haydecita, mi cuerpo, mi cuerpo».

Después de veinte días de reposo y habiendo pasado una noche de tormenta que la asustó, resolvió irse a su casa de la calle Suipacha 1123 donde vivió hasta el año 1937 y posteriormente se mudó al edificio Bouchard House frente al Luna Park.

Su carácter cambió, ya no visitó más a sus amistades y no podía admitir sus limitaciones físicas; deseaba vivir pero no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. Sólo asistió a una sesión de rayos que la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento. No permitía que su hijo la besara y se lavaba las manos con alcohol antes de acercarse a él o de cocinar.

Unos años antes, se había realizado un examen de quilología con Eugenio Soriani, un italiano estudiante de ingeniería electrotécnica en el Politécnico de Turín. El estudio fue parte de una nota para la revista El Hogar y se publicó el 29 de mayo de 1935, cinco días antes de la cirugía. El resultado de este examen fueron detalles de la vida privada de la escritora, de sus capacidades intelectuales y se le pronosticó un debilitamiento de la salud a los cuarenta y cuatro años y a los cincuenta y cinco años de edad previendo una vida de más de setenta años. Este pronóstico no fue certero. A dos días del fallecimiento de Alfonsina el quirólogo comentó en una nota para Noticias Gráficas que la escritora estaba intranquila e impresionada y solicitó que las revelaciones no fueran publicadas. Con el consentimiento de Soriani y del periodista, el trato fue cumplido.

La conferencia de Montevideo fue un presagio: las maletas estaban a medio cerrar y el reloj apuraba su marcha. Hacia mitad de año apareció Mascarilla y trébol y una Antología poética con sus poemas preferidos. La escritura de estos libros le demandó varios meses. Cuando inscribió su libro en el Concurso de Poesía le preguntó al director de la Comisión Nacional de Cultura, Juan José de Urquiza «¿Y si uno muere, a quien le pagan el premio?», pregunta que el señor se la tomó a broma, pero luego sus amigos extrajeron conclusiones de este dicho.

Otro suceso fue una solicitud a su amiga Fifí para hospedarse en su casa Real de San Carlos, pero esta le dijo que esos días tenía visitas y Alfonsina resolvió viajar a Mar del Plata. Cuando su amiga le pidió que no fuera porque esa ciudad la alteraba bastante, respondió: «Tenés miedo de que muera en tu casa», y además le dio la dirección donde se hospedaría en la ciudad balnearia. El domingo 16 de octubre se encontró en Tigre con la poetisa Abella Caprile. Esta le comentó sobre su poema Romancillo Cantable publicado en La Nación y Alfonsina le dijo que podía ser el último y le confesó que la neurastenia le hacía pensar en suicidarse. Su amiga le prometió que rezarían unas oraciones por ella.

El 18 de octubre viajó a Mar del Plata. Fue a la estación Constitución acompañada de su hijo Alejandro y de Lidia Oriolo de Pizzigatti, dueña del hotel donde se alojaba frecuentemente en la calle Tres de Febrero. Cuando el tren partió le dijo a su hijo que le escribiese, que lo iba a necesitar.

Alfonsina le escribió dos cartas de contenido ambiguo a su hijo, el 19 y 22 de octubre, en las que parecía que luchaba contra la decisión de terminar con su vida. El jueves 20 escribió todo el día en el hotel abrigada con un poncho catamarqueño, aunque era primavera. Al día siguiente un dolor en el brazo le impidió continuar con su tarea. Sin embargo, se esforzó y el sábado despachó una carta en el buzón. Contenía su poema Voy a dormir, el último que escribió. El domingo tuvo que concurrir el doctor Serebrinsky porque ya no soportaba el dolor. El lunes le solicitó a la mucama que escribiese por ella una carta para Alejandro y a las once y media se acostó a dormir

Hacia la una de la madrugada del martes 25 Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla. Esa noche su hijo Alejandro no pudo dormir; a la mañana siguiente, lo llamó la dueña del hotel para informarle que le habían reportado del hotel que su madre estaba cansada pero bien.

Esa mañana, la mucama Celinda había golpeado la puerta del dormitorio para darle el desayuno y no obtuvo respuesta y pensó que era mejor dejarla descansar y fue lo que le comunicó a la dueña. Pero cuando dos obreros descubrieron el cadáver en la playa, se difundió la noticia; su hijo se enteró por radio y el cuidador del hotel, José Porto, se lo confirmó vía telefónica. Hay dos versiones sobre el suicidio de Alfonsina: una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se arrojó a las aguas desde una escollera.

ALFONSINA Y EL MAR

Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más
Un sendero solo de pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda
Un sendero solo de penas mudas llegó
Hasta la espuma

Sabe Dios que angustia te acompañó
Que dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada en el canto de las
Caracolas marinas
La canción que canta en el fondo oscuro del mar
La caracola

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá, como en sueños
Dormida, Alfonsina, vestida de mar

Cinco sirenitas te llevarán
Por caminos de algas y de coral
Y fosforescentes caballos marinos harán
Una ronda a tu lado
Y los habitantes del agua van a jugar
Pronto a tu lado

Bájame la lámpara un poco más
Déjame que duerma Nodriza en paz
Y si llama él no le digas que estoy
Dile que Alfonsina no vuelve
Y si llama él no le digas nunca que estoy
Di que me he ido

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
Dormida, Alfonsina, vestida de mar

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