lunes, 24 de junio de 2013

MARÍA CALLAS



Maria Callas es una de las estrellas inmortales del mundo de la ópera. Su verdadero nombre era María Anna Cecilia Sophia Kalongeropoulos, de origen griego, nació el 2 de diciembre de 1923 en Nueva York. Aunque nació en Estados Unidos, toda su vida la pasó entre Grecia e Italia. Era hija de Evangelia Dimitriadis y George Kalogeropoulos, una pareja de emigrantes griegos que llegaron a Estados Unidos en agosto de 1923.

Tras la separación de sus padres, María viajó a Grecia en 1937 con su madre y hermana, volviendo a adoptar su apellido original Kalogeropoulos. Comenzó su formación en el Conservatorio Nacional de Atenas, y para inscribirse tuvo que falsear la edad ya que no tenía los dieciséis años mínimos. Estudió con la soprano Maria Trivella, y después bel canto con Elvira de Hidalgo que la formó en la tradición del belcanto romántico italiano. Su formación fue lenta y nada había en ella que permitiera presagiar a la futura diva. En 1938 hará su debut no profesional como Santuzza en Cavalleria rusticana en Atenas.

El debut de María fue en 1941, en el Teatro Lírico Nacional de Atenas con la opereta Boccaccio. El primer éxito lo tendría en 1942 con Tosca en la Ópera de Atenas. Pronto cantó Fidelio, Tiefland y Cavalleria Rusticana, también en Atenas. En 1944, durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas ocupantes pierden el control de Grecia y la flota británica llega al puerto de El Pireo. Maria Kalogeropoulos decide volver a los Estados Unidos para encontrarse con su padre.

Tras rechazar un contrato en el Metropolitan Opera House de Nueva York, marchó a Italia, donde debutó en la Arena de Verona en 1947 con La Gioconda de Ponchielli. El éxito que obtuvo en esas representaciones atrajo sobre ella la atención de otros prestigiosos teatros italianos. Su carrera estaba desde entonces lanzada: protegida por el eminente director de orquesta Tullio Serafin, cantó Turandot de Puccini, Aida y La forza del destino de Verdi e incluso Tristán e Isolda de Wagner, ésta en versión italiana. En Italia conoció a su primer esposo: un acaudalado industrial de la construcción llamado Giovanni Battista Meneghini, treinta años mayor que ella.

Su personificación de la protagonista de la Norma de Bellini en Florencia, en 1948, acabó de consagrarla como la gran soprano de su generación y una de las mayores del siglo. La década de 1950 fue la de sus extraordinarios triunfos: en absoluta plenitud de sus medios vocales, protagonizó veladas inolvidables, muchas de ellas conservadas en documentos fonográficos de inestimable valor, en las que encarnó los grandes papeles del repertorio italiano belcantista y romántico para soprano.

Además, inició la recuperación de algunas obras olvidadas de autores como Cherubini en Medea, una de sus creaciones más impresionantes y cargadas de dramatismo, Gluck Ifigenia en Tauride, Rossini, Armida o Donizetti en Poliuto, Haydn y Spontini. En esos años, el director de cine y teatro Lucchino Visconti firmó para ella algunos de sus montajes más importantes, como La Traviata que pudo verse en 1955 en la Scala de Milán o la Anna Bolena que en la misma escena se representó en 1957. Trabajó con algunos de los más importantes directores de escena y orquesta del momento, destacando Luchino Visconti, Leonard Bernstein, Carlo Maria Giulini y Herbert von Karajan. También desarrolló una gran relación musical con gran cantidad de cantantes, principalmente con el tenor Giuseppe di Stefano y el barítono Tito Gobbi, apareciendo con mucha frecuencia en escena y en grabaciones. Maria Callas era extremadamente autocrítica y temperamental por lo que tenía frecuentes altercados con empresarios y directores de los teatros.

En 1959, Maria Callas conoció al naviero griego Aristóteles Onassis, abandonando a su marido Giovanni Meneghini. Tuvo un breve retiro durante esta relación pero cuando volvió de nuevo a escena, su voz evidenciaba signos de decaimiento. En 1965, realizó su última representación operística con Tosca en el Covent Garden de Londres. En ese momento tenía cuarenta y un años. Tres años más tarde, Aristóteles Onassis dejó a Maria Callas por Jacqueline Kennedy. No obstante, no abandonó el canto, y así, en 1974 realizó junto al tenor Giuseppe Di Stefano una gira de conciertos por Europa, Estados Unidos y Extremo Oriente. En estos años se dedicó también a la enseñanza musical en la Juilliard School. Su muerte repentina el 16 de septiembre de 1977 dejó un hueco en el mundo de la lírica que ninguna otra soprano ha sido capaz de ocupar. Sus cenizas fueron dispersadas en el Mar Egeo.

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